miércoles, 28 de mayo de 2008

Queridos amigos lectores y hermanos poetas, en mi alma ciento un inmenso vació…

MI PADRE HA MUERTO Mi padre ha muerto, y un último adiós, el destino ingrato, no quiso que le diera; Ni que me lo dieras tú, ¡querido padre mío! En mi alma siento un inmenso vació Y mi pobre corazón desgarrado en mil pedazos, de pena quiere estallar. ¡Y el llanto!… El llanto mi vida entera quiere ahogar. ¡Déjenme llorar! ¡Déjenme llorar! Que el dolor mi alma quiere arrancar ¡Déjenme llorar! Que el grito infinito, mi alma desierta, quizás pueda transportar… A través de la tumba, ¡a ese hermoso lugar! Donde mi padre querido debe descansar. ¡Ese hermoso lugar, que llamamos eternidad! Querido padre mío, Este es un poema de adiós, Si… ¡Un adiós! El que el destino ingrato, No quiso que te dieras Ni que me lo dieras tu ¡Querido Padre mío! Un brevísimo instante, nos hubieses bastados para decirnos adiós, pero sobre todo decirte ¡Cuánto te Amo!
¡Padre mío!... ¡Padre mío!... ¡Escúchame te ruego! Perdona mi alma triste… Por que parar de llorar no puedo. Sombra divina de mi padre muerto ¡Heme aquí, Heme aquí! De rodillas, gimiendo como el viento; Mis mejillas empapadas en llanto, Y un agujero en mi corazón abierto. Huérfana de dolor, al cielo debería pedirle, el alivio mezquino del consuelo; Pero, consuelo… Consuelo no quiero… Solo quiero en este preciso momento, Devolverte la vida con mi amor infinito Y con mi llanto, esconderte en la tumba de mi alma… Entristecida; hasta que la muerte se valla y por ti no regreses… ¡Querido Padre mío! ©Leonor Bonilla T.

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